Continuación de la entrada: Intentando cepillarme a una neurótica
Estimados pokeros,
La cita no comenzaba bien por varios motivos: la tipa era una estrecha del copón y no parecía la candidata idónea para intercambiar fluídos sin compromiso alguno. Por otra parte tenía ciertos remordimientos de conciencia. Había hecho algo que destesto, quedar "para conocernos" con una tiparraca de internet; única y exclusivamente porque me ponía palote. El desenlace más probable era una birra sin polvo, y lo que es peor, mucho tiempo perdido ...
Quedamos en "los cañones" de El Corte Inglés; para quien no conozca Zaragoza decir que es una zona muy céntrica y transitada. Se empeñó en que no encontráramos allí, lo cual denotaba desconfianza (por querer quedar en un lugar con mucha gente) o simplemente, si no le gustaba lo que veía, podía irse sin decir ni pío. Al verla me quedé en shock, si bien las fotos eran 100% reales, la tía no mediría más de 1,55. Midiendo yo uno noventa y poco, la situación era un tanto cómica. No obstante, en décimas de segundo mi cerebro procesó ciertas ventajas de nuestra diferencia de estatura y no pude evitar esbozar una sonrisa.
La cosa empeoró más si cabe al comienzo. En lugar de tomar algo me propuso cenar directamente; y no en un restaurante barato precisamente. Lo único claro que tenía en ese momento es que como mucho iba a pagar mi parte de la cena. Sí, sí, si hacia falta sacaría la calculadora del móvil para hacer cuentas. Antes ratilla que pagafantas (XDD). Lo cual me alejaba más si cabe de una noche de lujuria con ella. Este tipo de comportamientos es detestado por las féminas (las mismas que hablan de la igualdad de género y polladas varias).
Algo que rompió mis esquemas fue cuando pasamos por un cajero donde había un mendigo dentro durmiendo. En lugar de ir a otro, se metió, saco dineró y le dio al mendigo una barritas energéticas que llevaba en el bolso junto con unas monedas. Ese gesto filantrópico, aderezado con al confianza que mostró con el sintecho (sacó bastantes billetes sin miedo a ser atracada), hizo que me replanteara la imagen de porqueyolovalguista que tenía de ella.
Una vez en el restaurante me sorprendió que pedía platos hipercalóricos a más no poder, en total contraste con mi ensaladita y mi merzluza a la plancha. De las conversaciones mejor ni hablar, era un monólogo por mi parte, y a pesar de que se interesó por varios temas, era incapaz de soltar más de tres frases seguidas. Si no fuera porque me fui a mear y tras las sacudidas postmiccionales de rigor se me puso morcillona, me hubiera ido antes de los postres.
CONTINUARÁ ...
Saludos cordiales