Intentando cepillarme a una neurótica (III PARTE)

¿Postre o café tomarán? "Sí, ¿nos traes la carta?", respondió la pequeña neurótica. Pan de la casa, pasta a la carbonara y una pizza ... "hija de puta, ¿dónde coño lo metes?", pensé mientras esbozaba una falsa sonrisa. Yo me conformé con un carajillo de Baileys cargadito, mientras buscaba la línea con mayor EV para llevármela al catre.

Durante los cafés tuvimos una discusión pseudopolítica para olvidar, que acabó desembocando en cómo y porqué habíamos acabado en redes de contactos. Esto último degeneró en un debate sin sentido en el que ella se apresuró a aclarar que para ella este tipo de páginas no eran de contactos; y que no buscaba sexo dándose de alta en el Badoo y en el Meetic.  Claro que sí, guapísima. Seguro que encuentras a tu principe azul entre canis y mascachapas. La cuestión es que sin darme cuenta me había pillado un ciegazo de escándalo discutiendo de chorradas con una tía que no conocía de nada. 

Llegó la hora de pagar y metí la mano en el bolsillo, ella se apresuró a coger la cuenta y me dijo que ni se me ocurriera. La pobre ilusa pensaba que estaba dispuesto a invitarla, cuando en realidad iba a pillar al calculadora del móvil para hacer cuentas (lo suelo hacer de cabeza pero estaba bastante mamadete). Pagamos a medias y nos fuimos a la zona. 

En la zona me encontré con varios colegas con pintas un tanto peculiares. Normalmente este tipo de gente no es la adecuada para presentar a desconocidos, pero la jugada me salió mejor de lo que pensaba. La cuestión es que hay ciertas tías con pintas de modositas que mojan las bragas con macarrillas de barrio. Y claro, pasar de las clases en el conservatorio o las sesiones de spinning en gimnasios de 120 € al mes, a ver a los amigos de tu acompañante meterse rayas de farlopa de palmo en el capó de un Celica, hay un trecho. Ese y no otro fue el momento en el que supe que iba a acabar en mi casa con un pie en cada mesilla. Tan seguro estaba que rechacé amablemente empolvarme la nariz.

En el tema sexual no me extenderé mucho porque soy un señor. Sólo decir que era escandalosa a más no poder y que abrí las ventanas para disfrute del vecindario; a pesar de que era una noche bastante fresca (estalactitas en los huevos). A partir de esa noche me gané el respeto de los varones de mi edificio y fue una buena carta de presentación para las féminas de los arededores. Las reacciones no se hicieron esperar y al día siguiente recibí un regalo muy especial de mi vecina de al lado: una cajita de bombones de bienvenida. Aclarar que la buena mujer tiene más de sesenta años, pero eso no quita que me mira con ojos golosones cada vez que coincidimos en el ascensor.

Saludos cordiales.

dbrunson